El músico norteamericano afincado en Mallorca habla de su trayectoria, de la mezcla de géneros que define su estilo y de un nuevo proyecto discográfico que ha ido madurando durante siete años. En esta entrevista repasa su vínculo con la isla, sus colaboraciones y la forma en que convierte la emoción en el motor de su música.
Palma, 9 de septiembre de 2025. Dan Zelisko lleva más de una década construyendo un universo sonoro propio desde Mallorca, una isla que se ha convertido en su punto de partida hacia escenarios de Europa y el mundo. Su música, definida como world groove & bluesy feeling, fusiona blues, folk, jazz, rock y ritmos de distintas tradiciones para dar lugar a un lenguaje personal que no entiende de fronteras.
Tras la publicación de The Girl Who Fixes the World en 2018, Zelisko ha seguido componiendo y explorando nuevas influencias que ahora cristalizan en un conjunto de canciones inéditas. Desde la intimidad de los teatros hasta la energía de los grandes festivales, su propuesta se mueve entre lo emotivo y lo festivo, con el blues como raíz y con la experimentación como brújula.
A punto de estrenar nueva música, el artista comparte en esta conversación su visión del arte, la importancia de la conexión con el público y el papel de las emociones en cada una de sus composiciones.
Desde The Girl Who Fixes the World (2018), has fusionado blues, folk, rock, jazz y ritmos del mundo en tu propuesta musical. ¿Cómo definirías hoy esa mezcla de géneros y qué nuevos horizontes creativos estás explorando en tu próximo trabajo?
Mi base siempre ha sido el blues, con su amplio rango de expresión: minimalista, pero desgarradora a la vez. Aunque me gusta beber de muchas fuentes —en mi música siempre se pueden escuchar ecos de folklore— últimamente estoy explorando más mi región de origen, el este de Europa, pero también ritmos y melodías de África, Oriente Medio y muchos otros sitios.
Las nuevas canciones tienen un poco de todo —al fin y al cabo han sido 7 años desde el último trabajo. Esto da para explorar muchos espacios musicales: hay un poco de folk, pop pero también música oriental, blues o latino— todo en una mezcla que creo que es tan propia de mis proyectos. No me gusta encerrarme en un solo estilo.
Tengo varios temas nuevos grabados, esperando su publicación. La idea es sacarlos poco a poco, aunque probablemente acaben finalmente en un disco. También estamos trabajando en vídeos —me fascina la conexión de imagen con sonido. En total hay unos 20 temas preparados entre unas versiones nuevas de las canciones ya conocidas y otras totalmente inéditas. Sacaré algunos singles, pero tengo ganas de publicar un disco más extenso.

Foto de Jara Cano Maqueda
Basado en la descripción de tu estilo como “world groove & bluesy feeling”, Mallorca ha sido tu base de operaciones, pero también has actuado en festivales y locales por toda Europa, desde Croacia hasta Austria. ¿Cómo ha influido en tu música el contraste entre tu isla y esos escenarios internacionales?
Fue una casualidad —estuve en un festival folk en Zagreb y de repente esto abrió puertas para muchos otros espacios y festivales en la zona de los Balcanes. Hice una gira (14 conciertos) entre Austria, Croacia, Eslovenia, Serbia y Eslovaquia— una experiencia muy enriquecedora. Hubo incluso planes para montar una banda en Serbia para girar por allí, pero con la pandemia la cosa se quedó en nada.
Viajar con tu música es algo extraordinario, sobre todo a nivel de un pequeño artista independiente. Muchas veces la gente te descubre en el mismo concierto y poder conectar con el público, ver que las emociones es algo que trasciende las fronteras, es algo que a mí me llena mucho. Cada viaje luego puede ser una fuente de inspiración para las nuevas creaciones.
El tema “Joey” es una canción emotiva dedicada a Joan March. ¿Qué historia o sentimiento hay detrás de esa composición, y cómo trabajas la conexión emocional en tus piezas musicales?
Esta canción (por cierto, he grabado una nueva versión para publicarla pronto) está dedicada al hermano de Sebas, uno de los miembros de mi primera banda aquí. Desgraciadamente no pudo superar una enfermedad y nos dejó hace unos años…
Aquí, la música es una manera de transformar el dolor en algo que pueda compartirse y sanar. En mis temas siempre intento empezar desde la emoción que quiero transmitir antes de buscar la melodía o la letra. ¿Cómo puedes tocar que suene a miedo, angustia, alegría, valentía o cualquiera de otros sentimientos? Intento transformar estas sensaciones y luego más adelante las notas salen solas. Aquí creo que también es importante mi base de blues, donde puedes tocar una sola nota de mil maneras para crear diferentes matices.
En tus producciones colaboras con músicos diversos y utilizas herramientas como el “control de las levaduras” (metáfora: control artístico) y un enfoque íntimo en escenario pequeño. ¿Cómo eliges a tus colaboradores y qué aporta esa cercanía al sonido de tus canciones?
En Mallorca hay muchísimos músicos impresionantes, me he sentido muy afortunado de haber podido colaborar con algunos de ellos. Muchas veces estas colaboraciones salen de los círculos sociales —vas a una jam y conectas con alguien, sale muy natural hacer proyectos con esta persona. Me gusta invitar al estudio a mis amigos, cada uno aporta alguna cosa especial a los temas.
Luego para tocar en directo, muchas veces dependes de los medios que hay —es difícil viajar con toda la banda— pero a la vez esto abre puertas a colaboraciones inesperadas. En un festival toqué con un austriaco que tocaba la sierra —nos encontramos en el aeropuerto. En Formentera una parte de la banda no pudo llegar debido a la mala mar y un temporal, entonces montamos una banda con otros músicos que habían tocado y se quedaron atrapados allí. Siempre estoy abierto a este tipo de colaboraciones y muchas veces puedes sentir lo especial que es —sea tocar en directo o grabar.
Tu música transmite una amplia emoción: desde lo íntimo hasta lo festivo que “te hace estremecer o disfrutar bailando”. ¿Qué papel juega esa dualidad emocional en tu proceso creativo y en tus directos?
Para mí, un concierto siempre debe ser como una conversación, nunca un discurso. Me gusta escuchar y sentir al público y ajustar la actuación al ambiente. A veces es un concierto intimista en un teatro o una sala pequeña, donde cada gesto y cada sonido cuenta. Otras veces es la locura de tocar en un escenario grande para que la gente se lo pase bien bailando como loca 😉.
Esta conexión de los directos es muy difícil recrearla en una grabación, pero ésa también es la magia del directo.
Aunque tu último EP fue publicado en 2018, tu música sigue viva en plataformas digitales y redes. Estás preparando un nuevo trabajo. ¿Qué esperas que descubra tu audiencia en este nuevo proyecto y cómo crees que ha evolucionado tu voz artística desde tu EP anterior?
Quiero pensar que he aprendido mucho en estos años. Nuevas experiencias, la pandemia incluida, evolución, etc. —a veces parece que fue otra vida. Tengo muchas ganas de compartir estos temas nuevos, que han estado germinando durante tanto tiempo. Deseo soltarlos para que vuelen por ahí y tengan su propia vida.
Por otro lado, estoy un poco desencantado con las redes sociales, que se han convertido en un río inaguantable de contenidos de marketing y publicidad. Al mismo tiempo, las empresas que lo controlan bloquean el flujo de información de personas o artistas que puedan interesarte. Por eso, busco conexiones más directas con la gente —listas de correo o plataformas que lo permitan. Animo a mis seguidores a conectar a través de Bandcamp o YouTube, aunque igualmente las nuevas canciones estarán disponibles en todas las plataformas.
Espero que la gente encuentre una conexión con mi música, que es lo mejor que le puede pasar a un creador.