Los molinos de Es Jonquet, testigos de siglos de viento y sal, narran la historia de un barrio marinero y molinero que marcó la identidad visual y cultural de Palma.
Palma, primeros años de los 30. Frente al puerto, sobre el talud que domina la bahía, los molinos de Es Jonquet se erguían como centinelas de piedra y viento. Sus torres cilíndricas, coronadas por techos cónicos y aspas de madera, formaban parte inseparable del paisaje del barrio pescador más antiguo de la ciudad. Eran símbolos visibles de una Palma que vivía entre el aroma del mar y el olor a harina recién molida.
El barrio donde el viento hacía pan
Desde el siglo XV, Es Jonquet fue tierra de molineros, artesanos que transformaban el grano en harina gracias a la fuerza de los vientos locales. Vivían en la base de las torres y trabajaban jornadas largas, ajustando las velas de las aspas para atrapar el viento justo. La molienda apenas alcanzaba unos pocos sacos de trigo, pero el oficio tenía su propio prestigio… y también sus leyendas: corría la voz de que el molinero, siempre hábil con la balanza, se guardaba algún “sisadete” en la cuenta final.
Su trabajo no solo alimentaba, sino que también definía el ritmo de vida del barrio. En los planos y acuarelas del siglo XVII y XVIII, y en las postales tempranas del paseo marítimo, la silueta de los molinos anunciaba la llegada a Palma. Entre ellos se extendían casas blancas, barcas de pescadores y un ambiente marcado por la sencillez y la cercanía al mar.

De siete gigantes, solo cinco resisten
En su época dorada, Es Jonquet contaba con siete molinos:
- Molí d’en Garleta, hoy convertido en museo.
- Molí del Nom de Déu, reconvertido en centro cultural.
- Otros tres que sobreviven entre el abandono y la amenaza de la especulación urbanística.
- Molí d’en Moll, el más cercano a Ciutat, que desapareció en 1975 tras una tormenta.
- Otro derribado a principios del siglo XX para dar paso a nuevas construcciones.
Durante décadas, algunos molinos fueron adaptados como discotecas de moda, restaurantes o bares, y aunque esta reconversión permitió su uso, también alteró parte de su fisonomía original.
Patrimonio protegido, identidad en riesgo
El barrio de Es Jonquet está catalogado como Bien de Interés Cultural (BIC), con un Plan Especial que protege su arquitectura tradicional y su trazado medieval. Sin embargo, el paso del tiempo, la presión inmobiliaria y la falta de mantenimiento han amenazado la integridad de este patrimonio. Vecinos, historiadores y entidades culturales han impulsado en los últimos años campañas de recuperación y restauración, conscientes de que perder los molinos sería perder el alma del barrio.
El Consell de Mallorca y el Ajuntament han acometido trabajos puntuales de consolidación, y asociaciones como ARCA han denunciado públicamente el deterioro, recordando que estos molinos son parte de un conjunto único en el Mediterráneo.

Molinos que muelen tiempo
Hoy, aunque ya no giran sus aspas para moler trigo, los molinos del Jonquet siguen “moliendo” otro ingrediente: el tiempo. Sus piedras guardan siglos de historias, desde las manos encallecidas de los molineros hasta las fiestas populares, el bullicio de los pescadores y la llegada del turismo.
Su conservación no es solo cuestión estética: supone mantener viva la memoria de un paisaje cultural que une viento, sal y esfuerzo humano. En cada restauración, en cada visita guiada y en cada fotografía tomada desde el Paseo Marítimo, se renueva un pacto silencioso para que estas torres sigan en pie, contando historias a las futuras generaciones.