La obra de Anaya, una visión artística que desafía las convenciones, su trabajo revela un laberinto que surge por casualidad, invitándonos a sumergirnos en un reino de posibilidades abundantes, donde lo impensable se vuelve tangible y lo imposible adquiere forma.

Aunque realizado en un acabado tridimensional, el arte de Anaya habita con gracia en los confines de dos dimensiones. Utilizando el óleo como su medio, ella crea con habilidad volúmenes imposibles, desafiando las limitaciones del espacio. A través de intrincadas capas y una meticulosa atención al detalle, su obra se convierte en un tapiz armónico en el que cada parte se relaciona con el todo, dando como resultado una belleza cautivadora.

Sus colores son creados mezclando pigmentos y aceite de lino, al igual que los antiguos maestros. Ya que estos son mucho más brillantes e intensos que los colores de óleo normales y algunos no están disponibles para su compra, lo que los hace especiales en su arte. Estos colores reflejan la pasión vibrante y la belleza intensa del alma interior que expone y presenta en su trabajo.

En el núcleo del viaje artístico de Anaya yace su profunda motivación para expresarse. Sus creaciones sirven como vasijas de sus emociones conscientes e inconscientes, transformando el lienzo en un lenguaje vívido de color. Cada matiz evoca una emoción y, al mezclarlos, ella siente su energía, encendiendo el proceso creativo. Inmersa en el encanto y la fascinación de los colores y las texturas, Anaya se pierde en un reino atemporal. Su arte se desenvuelve de forma orgánica, cada pieza encuentra su propia completitud, emanando honestidad, amor y una amalgama de emociones de su alma.

Dentro de cada obra de arte, yace una narrativa fascinante, esperando ser descubierta por el espectador. El viaje de Anaya, intrincadamente entrelazado en cada trazo, se despliega ante nuestros ojos, un testimonio de su profunda dedicación y visión artística. Con cada pieza que presenta, ofrece a su público un vistazo íntimo a su ser más profundo.