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Viajar para volver a creer: el viaje interior de Abel Correa sobre dos ruedas

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Durante semanas, Abel Correa ha recorrido en solitario los paisajes más remotos de Europa, evitando autopistas y huyendo del lujo para reencontrarse con algo mucho más valioso: la bondad humana. En esta entrevista íntima, reflexiona sobre el contraste entre su trabajo como interiorista de alto nivel y sus noches durmiendo junto a lagos helados, entre el diseño y la aventura, entre el miedo y la belleza.

Palma. 13 de diciembre de 2025. Durante años, Abel Correa ha diseñado interiores de lujo, ideado espacios llenos de armonía y sofisticación, trabajado con clientes exigentes y creado proyectos que respiran elegancia. Sin embargo, en los últimos tiempos, algo dentro de él pedía aire. Así fue como nació este viaje: una escapada en moto que se convirtió, más que en una travesía geográfica, en un camino profundo hacia lo esencial. Atravesando montañas, valles, costas y pueblos recónditos de los Balcanes, Abel ha redescubierto la generosidad, el silencio, la vulnerabilidad… y su propia fuerza. En esta entrevista, nos cuenta cómo es dormir con vistas a gasolineras de Macedonia tras haber pasado media vida entre casas de diseño; qué significa el lujo cuando estás en soledad frente a un amanecer irrepetible; y cómo, en los rincones más olvidados del mapa, ha vuelto a creer en el ser humano. Más allá del relato de un viaje, esta es una declaración de principios, una búsqueda de equilibrio y, quizás, un nuevo comienzo.

Llevas semanas viajando en moto por Europa, atravesando montañas, evitando ciudades, y buscando —como tú mismo dices— reconciliarte con «la bondad inherente del ser humano». ¿Qué te empujó exactamente a emprender este viaje? ¿Fue más un impulso o una decisión muy meditada?
Fue una fantasía materializada. Hace mucho tiempo que le tenía ganas a los paisajes de Balcanes, y también me apetecía conocer a sus gentes que, a pesar de haber pasado auténticas pesadillas en el pasado debido a las guerras que han sufrido son gente sencilla, generosa y hospitalaria. Por sucesos personales de los últimos años empecé a perder la fe en el ser humano. Pero eso no puede ser, no somos islas, necesitamos relaciones humanas sanas. Tal vez por lo reciente de los conflictos, estás gentes siguen siendo auténticas y puras, no todos, claro está. Pero es facilísimo encontrarse con personas generosas a cada paso, o km. Más cuando te ven vulnerable y viajando en solitario.

Has trabajado durante más de 20 años como interiorista, reformando espacios, dirigiendo marcas y proyectos de alto nivel en Mallorca. ¿Cómo es pasar de habitar casas perfectamente diseñadas a dormir (a veces) con vistas a una gasolinera de Macedonia? ¿Qué has descubierto en ese contraste?
En primer lugar, he de aclarar que aunque sea especialista en transformar espacios de lujo, yo siempre he llevado una vida sencilla, casi austera. Mi percepción del lujo es distinta a la mayoría, y no tiene mucho que ver con las modas o los estilos. Por ejemplo, no hay nada más exclusivo y único que un alba o un ocaso ya sea de la luna o del sol. Solo tú puedes ver exactamente esa imagen, nadie más, porque además de que cada uno lo ve desde un punto de vista, cada uno tiene su propia percepción. Eso es gratis y es tan exclusivo que no se puede cuantificar el valor que tiene.

En segundo lugar, cuando es necesario pernoctar vas buscando sitios en los que sabes que podrás disfrutar tanto del ocaso como del alba (si se tercia, jajajja), se procura estar oculto de la vista de otros viajantes, pues no sabes quién va a pasar por ese camino ni sus intenciones y ocurrencias. Mientras viajas se han de evitar a toda costa las áreas de servicio y/o descanso, son un nido de problemas, lo ideal son zonas rurales nada transitadas y escondidas.

Pero si, es cierto que hay un contraste muy importante entre el concepto de «lo básico» que tenemos nosotros y el concepto de «lo básico» que hay en algunas regiones. Aún recuerdo la conversación que tuve con una parejita madrileña en Marrakech. Ellos comentaban el terrible caos de esa ciudad, las motos circulando por el zoco a escasos MILÍMETROS de uno, el funcionamiento de la circulación de los coches, taxis, autobuses, tuctucs, carros… La suciedad del mercado de carne, con regueros de sangre que se encuentran con el agua proviniente de la pescadería… todo acompañado de abundantes e insistentes moscas. «Y se les ve felices» exclamaban. Fué entonces cuando les hice la reflexión de que la inmensa mayoría de regiones del mundo funcionan con el mismo caos. Qué igual somos nosotros la excepción. Pero qué casualidad que los países «excepcionales» con «buen nivel de vida» es dónde más abundan los problemas de salud mental y emocional además de los records de suicidios

¿Cuánto llevas viajando? ¿Y cómo han cambiado tus planes desde que arrancaste el motor por primera vez hasta hoy? ¿Sigues alguna ruta o lo decides sobre la marcha?
Hará unos 10 años mi pareja y yo compramos una vieja VW con más de 30 años y cerca de 400.000km, para divertirnos los días que ella libraba. Siendo autónomo me podía permitir el lujo de librar los días que ella libraba y trabajar los días que ella trabajaba. Sin embargo por circunstancias en la actualidad ya no viajo en furgoneta sino que cambiamos la furgoneta por una moto, una moto viajera y fiable. Tanto es así que actualmente tiene 140.000 km y aún no he tenido que hacerle ninguna reparación en profundidad.

El último viaje que he hecho fue en solitario y empezó en Atenas, donde estuve 1 semana conociendo la ciudad tranquilamente y a pie mientras llegaba mi querida montura. Me reencontré con la moto concretamente en Rafina una ciudad con puerto de mar muy transitada. Desdé ahí empecé mi periplo por Grecia visitando lugares cómo las rocosas costas de Corinto, el canal que lleva su nombre y que convirtió en isla a la península del Peloponeso, Itea, las montañas de aspecto alpino de Karpenisi, las remotas y solitarias calitas del sur de Peloponeso.



No suelo planificar mucho los viajes, disfruto viendo cómo se desarrollan apareciendo serendipias viajeras durante el recorrido. Aunque he de reconocer que me gusta buscar las carreteras más reviradas por las que ir al día siguiente, cuanto más reviradas, más remotas, cuanto más remotas, más inaccesibles y más interesantes para mí concepto de viaje. Es por eso que viajo con una moto Trail que me permite viajar cómodamente sobre el asfalto pero también hacerlo con solvencia y seguridad cuando desaparece el asfalto dejando al descubierto piedras, baches, socabones o «socabrones» que es como llamo a los baches que podrían suponer un «Game Over» del viaje.

En un pueblecito perdido por en medio de los olivares de Peloponeso estuve hablando con un señor que entendió Google Translator mediante mi concepto de viaje. A su pregunta, fruto de la extrañeza y curiosidad al 50%, de donde venía y a donde me dirigía, le contesté que venía de Tainaro a 200 km de allí y que iba de camino a Olimpia. Este señor me recomendó que fuera por una carrera muchísimo menos transitada y con unas vistas increíbles. Por eso no planeo mucho los detalles de mis viajes, es mucho más fácil adaptarse a los «requerimientos» del viaje. Le hice caso, y disfruté muchísimo de su generosa recomendación. Me moría de ganas de dar la vuelta volver en ese momento a su bar para darle las gracias por su recomendación y volver apresuradamente a mi camino…

Tu perfil profesional está plagado de palabras como ‘lujo’, ‘elegancia’, ‘proyecto integral’ y ‘negociación comercial’. ¿Qué papel tiene el lujo en este viaje? ¿Cuál ha sido tu momento más «anti-glamour»?
Salvo excepciones, mis viajes están muy lejos de lo que esas palabras transmiten a la mayoría de personas. Por ejemplo, hay casas muy lujosas, pero cuando entras, oyes el eco de tus pasos, eso me revienta. La importancia está en los detalles como la sonoridad o la temperatura de la luz, el comfort, también el confort visual. Si esos detalles definen el lujo entonces, y te hablo de una escena real: una puesta de sol con algunas nubes que están pero no molestan, en una playa solitaria con una bandada de pájaros pasando justo «por encima» del sol mientras esté ya ha llegado al 50% del ocaso. Eso sí es un lujo, es elegante, atemporal y efímero a partes iguales.

Dices que necesitabas «reconciliarte con la bondad humana». ¿Algún encuentro concreto que te haya devuelto la fe en el prójimo? ¿O algún susto que haya puesto a prueba esa fe?
Llegué a un pueblo en el que hay un restaurante en el que tenía pensado comer. Al llegar resultó estar cerrado, dos hombres de mediana edad con muy mal aspecto se acercaron al darse cuenta de la situación, preguntaron que qué me apetecía comer. No sólo me recomendaron varios sitios que coincidieran con mi ruta sino que llamaron a varios sitios para ver dónde me podían atender y reservaron mesa. Tampoco me olvidaré de un señor que tenía un puesto, consistente en una mesa con fruta y botellas de agua encima, después de una buena charla, cada uno en su idioma, me regaló dulcísimas 3 manzanas y una botella de agua. No consintió que le diera un duro, y me agradeció la charla en la que me contó sus inquietudes, ilusiones, y alegrías.

¿Qué te llevas a nivel emocional de esta experiencia? ¿Sientes que hay una parte de ti que has recuperado o transformado en este viaje?
Después de muchísimos años viajando acompañado, me llevo el volver a disfrutar de la soledad, de la libertad de no tener a nadie de quien cuidar o por quién preocuparme, de quedarme en un sitio sin temor de que quien me acompaña pase hambre o sed. Efectivamente, este último viaje ha supuesto un antes y un después. Viajar (y no me refiero al simple turismo) no es tan difícil, que las distancias no son tan largas como cuando las vemos en el mapa, y que los peligros no son tan peligrosos ni abundantes. Pero tengo ahora un pequeño problema, se ha despertado un viajero en mi interior (no turista, VIAJERO). Eso es ahora un problema, mis rutitas domingueras de 100 o 150 km ya no son suficientes. Ya estoy fantaseando con el próximo viaje, este último empezó como una fantasía y finalmente se materializó. Así que ahora tengo que tomarme en serio este tipo de fantasías…

Muchos creativos, diseñadores o arquitectos sueñan con un paréntesis así pero nunca lo hacen. ¿Qué le dirías a alguien que siente que necesita romper con todo y cambiar de ritmo, pero no se atreve?
Es normal que un empresario o un autónomo tenga ese tipo de miedo. Pero considero que hay que estar pendiente de lo que realmente necesitamos y buscar la ocasión para aprovecharla en cuanto surja. Está el miedo a perder proyectos o clientes. Pero si te organizas bien, puedes viajar atendiendo únicamente asuntos realmente urgentes, dejando para la vuelta lo demás. Los estímulos que obtendrás permiten mantener la sensación de saneado mental, si algún cliente no comprende que vayas a descansar un tiempo importante, no es un buen cliente.

¿Echas de menos el trabajo como interiorista o este viaje es también una forma de repensar tu relación con la profesión? ¿Crees que, cuando vuelvas, trabajarás distinto?
Hace tiempo que mi profesión, aunque me apasiona, es un medio para conseguir mis metas vitales. Mi vida es mucho más que asistir a eventos, firmar proyectos y crear espacios. En ocasiones el cerebro se pasa demasiado tiempo cerrado y hay que abrir las ventanas para ventilar y refrescar las ideas, viajar te permite aportar una «ventilación forzafa» a nuestro cerebro. Las experiencias moldean nuestro cerebro, es inevitable llegar siendo otra persona.

Has montado proyectos como Home Wellness Design o UNusual Interior Design, donde se intuye un enfoque holístico, casi terapéutico del diseño. ¿Tiene algo que ver con esta búsqueda de bienestar y sentido personal?
Considero que, aunque el ser humano tiene una capacidad inmensa para adaptarse y normalizar su entorno. Hay quien crea su familia en lugares insospechados con total normalidad. En mis proyectos nunca busco el lujo, solo busco aportar armonía y belleza al refugio de mis clientes. El hogar tiene que conseguir un efecto wellness que es el que necesitamos todos después de un duro día de trabajo o una semana estresante.

¿Qué llevas en las alforjas de la moto? Y no nos referimos solo a cosas materiales…
Siempre llevo la sensación de que pesan demasiado y que llevo demasiadas cosas. Todo nuestro entorno nos persuade para acumular cosas que casi no necesitamos. Viajar te libera de eso también pero da la casualidad de que normalmente se prepara el equipaje antes de salir y darte cuenta de que llevas demasiado.

Si te digo: «diseña tu refugio ideal», ahora que conoces tantas formas de vivir, ¿cómo sería? ¿Minimalista nómada, con chimenea y vistas a un bosque griego, o un garaje donde cabe una Ducati y una esterilla de yoga?
Las Ducati tienen fama de necesitar estar siempre cerca de alguna gran ciudad con un servicio oficial de la casa, prefiero BMW u Honda. Mi refugio ha de tener lo esencial pero ante todo ruedas, el quedarnos en un sitio fijo nos hace complicarnos la vida con demasiados asuntos y demasiadas cosas que nos lastran y adulteran nuestras decisiones.

Qué es más difícil ¿Diseñar el baño de un hotel boutique en el centro de Palma con clientes indecisos… o encontrar una gasolinera en el sur del Peloponeso a las tres de la mañana con la reserva parpadeando?

Es curioso que no me han faltado gasolineras, he llegado a repostar en lo alto de los Alpes albaneses en medio de un valle rodeado de montañas de más de 2500m, aunque se trataba de un surtidor que estaba dentro de un contenedor. Jajaja!

Tengo que reconocer que los proyectos que tienen que ver con negocios (aunque se traten de un hotel de 300 habitaciones) suelen ser mucho más sencillos de desarrollar que los que tienen que ver con la vivienda que alguien específico vaya a habitar. Estos últimos son un lodazal lleno de ideas recurrentemente cambiantes e incertidumbres pero me he vuelto especialista en ayudar a mis clientes a abrir los ojos y aprender a diferenciar lo que quieren de lo que necesitan…

Un ejemplo de eso fue mi amigo Benito, un empresario muy querido en la isla, llegó un momento en que él confiaba completamente en mi, porque yo le salía a camino de las ideas que él me expresaba y él me salía a camino de las soluciones que yo le proponía. Un tipo tan inteligente que sabía cuando había que dar un paso a un lado por el bien del proyecto, un tipo audaz. Mi mejor cliente, tanto fue así que el día en que recibí su mensaje dándome la fatídica noticia me di cuenta de que no era cliente era un amigo. Un fuerte abrazo para su viuda y toda la familia.

¿Cuál ha sido el lugar más increíble que has descubierto hasta ahora en este viaje? ¿Algún rincón de montaña o playa que recomendarías sin dudarlo?
Bueno, he pasado por el canal de Corinto, fue lo que convirtió en isla a toda una península del Peloponeso y supuso el ensayo general del canal de Suez y el de Panamá. También he pasado por el espectacular puente Rio-Antirio de casi 3 km de carretera colgante. He subido al Passo San Gotardo en el que cada curva de 180⁰ es un túnel y sus rectas están amontonadas. También recorrí el Passo Stelvio nevado, 30 interminables kilómetros que contenían más de 40 estrechas y cerradas curvas. Visité el altiplano de Durmitor en Montenegro donde pude sentirme tan pequeño contemplando la espectacular Vía Láctea.

Pero me quedo con un pequeño rinconcito que encontré para acampar junto al lago Skadarsko, donde me pegué un baño en aguas tan frías que me cortaban la respiración, donde también se me acercaron aves que no había visto jamás, contemplé una espectacular puesta de sol duplicada en las planas aguas del lago rotas únicamente por el paso de barcas de contrabandistas (divide Albania de Montenegro). Y donde me dormí escuchando los lejanos aullidos de lobos o perros salvajes. Ninguna casa ni hotel pueden compararse con aquel sitio. Pero el sitio del que estoy seguro que no me olvidaré en la vida no se dónde está (me perdí) pero me sacó completamente de mi zona de confort y me hizo conocer a un Abel muy capaz: un camino muy poco transitado que se iba estrechando, una lejana tormenta cómo banda sonora, barro de vez en cuando y una curva muy estrecha, cerrada, peraltada y en pendiente. A su salida: un charco de fango lleno de ramas, troncos, y piedras. Vamos una trampa. Meterse ahí habría supuesto un GAME OVER. Me tocaba dar la vuelta a una moto de + 300kg (con todo el equipaje) en un camino de menos de 3m de ancho con pared a la derecha y precipicio a la izquierda que era la dirección del peralte. Me vi muy apurado, tenía que manejar la moto desde el suelo pero con el motor en marcha. Con mucha paciencia, cuidado y varios litros de sudor conseguí girar la moto jugando con el gas y el embrague. Recuerdo que se me ocurrió hacer un timelapse con mi cámara (habría quedado increíble), pero inmediatamente y después de oír un trueno me vi en los titulares del día siguiente «español muere aplastado por su propia moto en un sendero entre Karpenisi y Meteora, todo quedó registrado en su cámara». Yo solo quería salir entero de ahí. El alivio, la alegría, y la sensación de salir airoso de la situación no tienen precio.

¿Hay banda sonora en esta ruta?
Si, por supuesto, la música del motor con los coros del viento. No necesito más, si añado música con o sin letra se me diluye la intensidad del viaje.

¿Alguna canción que se haya convertido en himno del viaje?
Los neumáticos abriéndose paso entre la piedra suelta del camino. 

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