Desde tiempos inmemoriales, la humanidad ha creado y utilizado la música para deleite de quien quiera apreciarla. La utilizamos en todo tipo de actividades: sociales, deportivas, rituales; en ceremonias de rito de paso (graduaciones, matrimonio…), y es habitualmente el detonante de nuestro estado anímico; se utiliza, cada vez más, como terapia en pacientes para la prevención, la promoción, la recuperación
y la rehabilitación de la salud: en sus últimos años de vida, el padre de un afín nuestro, que sufría Alzheimer, no recordaba muchas cosas, pero si le cantabas Hola Don Pepito, de inmediato contestaba “Hola Don José”.
Según el compositor Claude Debussy, la música es «un total de fuerzas dispersas expresadas en un proceso sonoro que incluye: el instrumento, el instrumentista, el creador y su obra; un medio propagador y un sistema receptor». La música sintoniza los corazones, disuelve las barreras y es el mejor instrumento de entendimiento entre los pueblos.
Quienes formamos el tejido musical somos muchísima más gente, aparte de los artistas famosos. Y generamos mucho trabajo: oficinas de contratación, entidades de gestión de derechos, representantes, promotores, personal técnico, chóferes; empresas de alquiler de sonido, de luces, de escenarios, de vehículos; hostelería, además de las discográficas, tan grandes como pequeñas. Incluso, una vez que se ha interpretado una canción o una pieza, la crítica musical, el periodismo musical y la musicología pueden valorar y evaluar, la pieza y su interpretación.
El teatro, la danza y el cine son considerados como cultura y reciben por ello ayudas y subvenciones que les proporcionan cobertura del Estado frente a las crisis y la dictadura mercantil. Si todos entendemos y aceptamos que esto debe hacerse para proteger la cultura, sería de justicia que todas las músicas también tuvieran igual consideración.
Es necesario, además, que las administraciones favorezcan la iniciativa privada y homologuen de una vez las licencias para salas de música en vivo; que dejen de considerarlas como simples salas recreativas, que se reconozca la labor cultural que desarrollan y se les apliquen criterios culturales. Es necesario crear y mantener un circuito estable y variado de conciertos a lo largo del año porque, de lo contrario, todo se concentra en el mercado de verano. Estamos desperdiciando y perdiendo muchos talentos de nuestra cultura desde hace demasiado tiempo.
Hasta hace poco, los auténticos dueños de la industria de la música, que eran las grandes corporaciones discográficas, están desapareciendo o son fagocitados por unos nuevos dueños más poderosos: las corporaciones de comunicación. Estos nuevos dueños han conseguido superar en tiranía a los anteriores, que daban un trocito de los suyos enormes beneficios a autores, autoras y artistas.
Ahora, los nuevos lo quedan todo. Muchos son los millones de euros que genera la música en la red, recaudados de los usuarios en forma de altas, cuotas, cánones y ventas de aparatos reproductores con su pantalla táctil, y con la su tarifa plana para que descargues y descargues
mucha música de la que te gusta, etc. Y, a los autores y artistas, ¿qué les llega de ese inmenso negocio? La respuesta es nada, o una miseria…
Se habrán unido los músicos y los artistas haciendo frente común ante ese atropello? Porque algunas y algunos lo hacemos, pero la mayoría intenta salvarse de la quema por su cuenta. Las crisis también son oportunidades para crecer y para romper patrones rígidos establecidos. Si permanecemos en la inacción y en la desunión, nuestra suerte ya está tirón. Es tiempo de construir un país donde quepamos todos,
un código de buenas prácticas dentro del sector; de crear un convenio artístico que regule su especificidad.
Desde Promúsics Mallorca queremos con este manifiesto, hacer un llamamiento a nuestras compañeras y compañeros de profesión y no sólo ofrecer una crónica del estado en el cual se encuentra la música hecha en España en los albores del tercer milenio. Son necesarios un convenio profesional que unifique licencias y epígrafes de actividades económicas, un sistema de cotización adaptado, un régimen fiscal que tenga en cuenta las rentas irregulares de quienes trabajamos en la música. Si nos unimos todos los implicados en el sector, podremos mejorar las deterioradas condiciones en las que desarrollamos nuestra labor. La propuesta de varias asociaciones «Por una ley de la música», requiere apoyo para ser escuchada. En nuestras manos está hacerla valer. El mundo no volverá a ser el mismo. ¿Cuál es el propósito del arte y la cultura en estos tiempos? No trabajamos para tener fama y riquezas. No trabajamos por a complacer a los poderosos… Y tenemos el derecho a que nadie, absolutamente nadie muera de hambre, violencia o abandono.
Porque tenemos el derecho a la salud y la educación. El derecho a una vida digna. ¡El derecho a la paz! Que las Musas nos acompañen hoy, mañana y siempre.
TEXTO DE: Promúsics Mallorca
