La estatua ecuestre de Jaume I, inaugurada en la Plaza de España de Palma en 1927, se convirtió en un símbolo de identidad y orgullo para la ciudad. El evento congregó a una multitud de ciudadanos que asistieron a la ceremonia oficial.
Palma, 25 de abril de 2025. Rebuscando en cajas de cartón que la humedad había ablandado, mi padre, mientras recopilaba documentos antiguos de cédulas de habitabilidad, expropiaciones de viviendas del ayuntamiento de Palma (nos han expropiado 6 en cien años) y notas manuscritas de controles de gastos y pagos por arrendamiento, encontró esta imagen tomada desde lo alto de un edificio de la Plaza España. ¿Quién la tomó? Quiero pensar que algún familiar mío, alguno veterinario y alguno político del Partido Radical Republicano de Lerroux, que tuvo el privilegio social de acudir a este evento y quiso guardar para siempre este monumental evento de inauguración de la estatua de nuestro
rey Jaime I.
En 1902 se iniciaron los trabajos de derribo de las murallas de Palma, un proceso que transformaría el perfil urbano de la ciudad. Poco después, en 1905, comenzó la urbanización de la actual plaza de España, epicentro de la nueva ciudad moderna. Sin embargo, en medio de este impulso urbanístico, Palma sufrió una pérdida patrimonial irreparable: la destrucción de la puerta de Santa Margalida en 1912.

Este acceso medieval, situado en la calle Sant Miquel, tenía un profundo valor simbólico, pues por él habían entrado las tropas de Jaime I en la conquista de Madina Mayurqa en 1229. A pesar de haber sido declarada Monumento Nacional en 1908, la puerta fue dinamitada en un acto que indignó a muchos ciudadanos y provocó la protesta incluso del propio rey Alfonso XIII, quien rechazó contribuir económicamente a la reparación simbólica del daño y expresó su enfado por el atentado patrimonial.
Ante esta negativa, el Ayuntamiento de Palma impulsó una suscripción popular con un crédito inicial de quince mil pesetas para levantar un monumento en memoria del Conquistador. Se convocó un concurso público, que fue ganado por el escultor Ignacio Farran, autor de los escudos que adornan el pedestal: el del rey de Aragón y el del conde de Barcelona.
La colocación de la primera piedra tuvo lugar en 1913, en un acto solemne presidido por la infanta Isabel, la Chata, y al que asistieron autoridades locales como el entonces alcalde Antonio Pou. No obstante, Farran abandonó el proyecto un año después, y fue el escultor Enric Clarassó quien completó las piezas centrales: la figura del almogáver que alza un ramo de laurel, símbolo de victoria, y la imponente escultura ecuestre de Jaime I.
El proyecto sufrió múltiples retrasos debido a problemas financieros, y no fue hasta el 20 de enero de 1927, día de San Sebastián, que se inauguró oficialmente el monumento que hoy preside la plaza de España. Una obra que, más allá de su valor artístico, representa el intento de Palma por reconciliarse con su historia y rendir tributo a la memoria del rey que cambió el rumbo de la isla.

La ceremonia atrajo a una gran cantidad de ciudadanos que se congregaron alrededor del monumento para presenciar el acto oficial. La obra muestra al rey Jaume I montado a caballo, en actitud de avance decidido, con saludo regio como símbolo de victoria y liderazgo.
El evento contó con la presencia de autoridades civiles y militares, así como de personalidades destacadas de la sociedad mallorquina. Los discursos se centraron en la importancia histórica de la conquista de Mallorca y en la figura de Jaume I como artífice de la integración de la isla al reino de Aragón y, posteriormente, a la Corona de Mallorca.

El escultor catalán Enric Clarasó i Daudí
¿Sabéis quién fue el escultor que realizó nuestro monumento escultórico más representativo?
Esta imagen fue tomada en la inauguración de la estatua eregida en honor a Jaime I el conquistador en la Plaza de España 1927 y diseñada por el escultor catalán Enric Clarasó i Daudí (Sant Feliu del Racó, Vallès Occidental, 1857 – Barcelona, 1941).
En 1881, Enric conoció a Santiago Rusiñol, pintor catalán que visitó Palma de Mallorca en varias ocasiones, inspirándose en su paisaje y plasmándolo en numerosas pinturas que reflejan su fascinación por la luz y la arquitectura de la isla y en 1882 a Ramón Casas, artista modernista, que realizó diversas obras que capturaron la esencia de la isla con su característico estilo impresionista, con quienes mantuvo una estrecha amistad y colaboración artística, exponiendo juntos desde 1890. Su estudio se convirtió en un punto de encuentro artístico y precursor de El Cau Ferrat.
Participó en la Exposición Universal de Barcelona de 1888 y, con las ganancias obtenidas, viajó a París junto a Rusiñol, estableciéndose allí en 1890 junto a Casas, Rusiñol, Utrillo y Canudes. Su obra osciló entre el naturalismo anecdótico y el modernismo, destacando piezas como «Eva» (1904, Museo de Arte Moderno de Barcelona) y la estatua sepulcral «Memento homo», galardonada con la primera medalla en la Exposición Internacional de París de 1900.

Su proyecto más relevante en Mallorca fue el Monumento a Jaume I en Palma, realizado entre 1916 y 1927. Además, publicó sus memorias bajo el título «Notas Vividas» en 1931.
Este monumento se erige en uno de los puntos más transitados de la ciudad, consolidándose como un referente simbólico que evoca el pasado glorioso de Mallorca. A lo largo de los años, la estatua de Jaume I ha sido testigo de numerosas celebraciones y actos oficiales, manteniendo vivo el recuerdo de la gesta que marcó la historia de la isla.