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Cuando los cazas aterrizaban en el sur de Mallorca

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En los albores de la Guerra Civil española, el mando aéreo sublevado vio la necesidad de descongestionar los aeropuertos de Son Sant Joan y Son Bonet y trasladar parte de la operativa de combate a un nuevo campo auxiliar de vuelo situado en el cono sur de Mallorca. Concretamente, en la villa milenaria de Ses Salines, lugar donde los primeros romanos se emplazaron debido a la cercanía de los depósitos naturales de sal del Salobrar de Campos y de la Colonia de Sant Jordi.

A la salida de Ses Salines, en dirección Santanyi, frente al recinto de Botanicactus encontramos este emplazamiento ahora cubierto de cereal, balas de paja y vestigios de piedra de los que fueron el cuerpo de guardia, el hogar del soldado y la cisterna de agua que abastecía a la guarnición. Este originario campo de higueras denominado Camp Simó (latitud 39º 18′ N, longitud 03º 04′ E) se convirtió en zona de aterrizaje y despegue de aeronaves de combate italianas del tipo bombardero trimotor Savoia-Marchetti SM 81 Pipistrello, el murciélago italiano que fue uno de los más flexibles, fiables e importantes aviones de la Regia Aeronautica, desde 1935 hasta 1944. A este escuadrón se le apodó como la «Pipistrelli de la Baleari» que se sumarían a los hidroaviones de la Legión Cóndor alemana A S/88 de reconocimiento y a los Heinkel He 59 que operaban desde la base de hidroaviones de Pollença.

Interior del Cuerpo de Guardia, usado actualmente como establo de ovejas

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Exterior del Cuerpo de Guardia, usado actualmente como establo de ovejas

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Para mantener la seguridad del perímetro, el bando nacional dispuso de 6 nidos de ametralladoras alrededor del campo y varias baterías antiaéreas del calibre 7,5 colocadas en altura en una colina (Rafal Genàs) a unos 4 kilómetros del recinto. La dotación de aviones Savoia variaba entre los 6 y 12 y su misión principal era el bombardeo de la Península y Barcelona. El escritor, historiador y divulgador saliner Norat Bauçà y autor del libro «L’aviació i ses Salines» nos cuenta que algunos habitantes de la zona, afirman que los italianos tiraban las bombas antes de llegar a la costa catalana por miedo a la defensa antiaérea de los republicanos.

Según Norat, las bombas que cargaban los Savoia llegaban desde Palma con el tren y se colocaban en un depósito improvisado entre la maleza del bosque colindante. Posteriormente, la seguridad de las tropas y los saliners obligó a construir un polvorín cerca del tren para almacenar el armamento. La comunicaciones se realizaban con telégrafo desde Ses Salines en una central telefónica militar, en concreto en el número 1 de la plaza de les Creus. Las tripulaciones italianas se alojaban en la casa de can Bonico (es Turó) en la Colonia de Sant Jordi (justo detrás del actual Acuario) y comían en la Fonda de can Sion (actual Asador).

Norat en el exterior de lo que pudo ser el Hogar del Soldado

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Exterior de lo que pudo ser el Hogar del Soldado

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Norat afirma que el principal problema del destacamento era el abastecimiento de agua. Para mitigar este problema, se construyó una cisterna y un pozo. Nos cuenta que hay una anécdota en la que un avión que estaba en cabecera de pista dispuesto a despegar cargado de bombas, se prendió fuego, lo que provocó una estampida de todo el personal de plataforma. El problema surgió cuando Mateu GelT, que se encargaba de excavar el pozo, vio como la cuerda del cubo por el que sacaba las piedras caía sobre él, para de repente escuchar una gran explosión. Cuando todo volvió a la calma y fueron a recuperar a Mateu, el pobre hombre se había cagado encima debido al susto.

Este campo de vuelo estuvo activo desde 1937 hasta 1939 cuando se fue el último piloto italiano. Pero la propiedad del lugar quedo bajo mando militar que lo mantuvo activo hasta el final de la II Guerra Mundial. De hecho, según Norat, los pilotos alemanes aterrizaron alguno de sus aparatos en Ses Salines para realizar alguna parada técnica o de emergencia. El Messerschmitt Me 262, apodado Schwalbe, la golondrina alemana, es el primer caza a reacción que entró en servicio con la Luftwaffe en 1944, fue uno de ellos. Uno de estos aparatos aterrizó con éxito en el aeródromo de Ses Salines pero otro no pudo completar la maniobra con éxito y se estrelló en un terreno colindante. A pesar de que no hubo daños entre la tripulación, hubo un baja civil. Una pobre cría que iba en carro con su madre se precipitó de cabeza al suelo tras escuchar la ruido del accidente.

Otra de las historias destacables del aeródromo militar de Ses Salines fue la visita del comandante de la base de hidroaviones de Pollensa, el teniente coronel Ramón Franco, hermano del Caudillo, que quería conocer de primera mano la construcción del campo de vuelo. En primera instancia, un piloto militar aterrizó en la pista y un grupo de chicas se acercó hasta el aparato. Una de ellas aceptó la invitación de dar una vuelta por los cielos salineros, convirtiéndose sin darse cuenta en la primera salinera en volar. La tripulante contó que desde el aire se podían ver la eras de forma circular que abarrotaban los campos para batía el grano y que en invierno se tapaba con algas.

Norat nos cuenta la que hubiera sido otra triste historia inhumana de presos rondando nuestro archipiélago, tras la devastadora historia de los prisioneros franceses en la isl a de Cabrera durante la Guerra de la Independencia española de Francia. A mediados de 1943 el rey de Italia, Víctor Manuel III, ordenó la destitución y arresto de Mussolini para crear un nuevo gobierno que negociase la paz con los aliados, lo que originó la declaración de guerra a Alemania el 13 de octubre del mismo año. Alemania no perdonó esta deslealtad y bombardeó a la flota de la Regia Marina que se iba a rendir a los aliados en Malta. Fueron atacados por escuadrones de la Luftwaffe con bombas guiadas por radio que hicieron estragos, entre otros, al acorazado «Roma». En un primer momento se pensó en crear un campo de internamiento en el aeródromo de Ses Salines, con los supervivientes del buque, pero la fata de agua y de logística lo evitó.

Actualmente, no queda huella de las rodaduras de aquellas aeronaves, pero para los nostálgicos de la aviación, en esta zona de Mallorca, se puede sentir el peso de la historia y de aquellos valientes, que sin redimirse las banderas, surcaron nuestros cielos con la precisión de las aves y con el privilegio del vértigo.

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