En esta pequeña isla frente a la Colònia de Sant Jordi, los vestigios fenicios y púnicos revelan el dinamismo comercial y cultural del Mediterráneo en la Antigüedad.
Palma, 07 de diciembre de 2024. En la costa sureste de Mallorca, frente a las aguas cristalinas de la Colònia de Sant Jordi, se alza la pequeña isla de Na Guardis, un enclave que alberga uno de los yacimientos arqueológicos más fascinantes de las Illes Balears. Este lugar, aparentemente modesto por su tamaño, guarda en sus entrañas los vestigios de una rica historia que conecta a Mallorca con las antiguas civilizaciones del Mediterráneo.
Un punto estratégico en la Antigüedad
Na Guardis, habitada desde el siglo VI a.C., fue un enclave estratégico para los fenicios y púnicos, quienes establecieron un asentamiento destinado al comercio y al control marítimo. Su localización, a escasa distancia de la costa y en una posición privilegiada para vigilar el tráfico marítimo entre las islas y la península ibérica, la convirtió en un punto clave de intercambio cultural y comercial.
El yacimiento revela la existencia de un poblado con estructuras domésticas y áreas destinadas a actividades económicas, como talleres de producción y almacenamiento. Entre los hallazgos destacan cerámicas de origen fenicio, púnico e incluso griego, que evidencian el dinamismo comercial de la época. Este comercio no solo incluía productos como vino, aceite o cerámica, sino también ideas, creencias y técnicas que enriquecieron las culturas locales.
El historiador, profesor y escritor mallorquín Norat Bauçà
La influencia púnica y su legado
Durante la época púnica, Na Guardis desempeñó un papel crucial en la red comercial de Cartago. Los restos de estructuras indican que se trataba de un asentamiento organizado, con una planificación que combinaba funciones residenciales y productivas. Entre los hallazgos más destacados se encuentran ánforas y cerámicas de factura cartaginesa, utilizadas para almacenar y transportar productos esenciales como el vino y el aceite.
El yacimiento también revela indicios de prácticas religiosas. Algunos investigadores sugieren la posible existencia de un santuario o área de culto, vinculada a las deidades fenicias y púnicas, lo que subraya la importancia simbólica del lugar para sus antiguos habitantes.
El abandono y la memoria histórica
Con la caída de Cartago en el siglo II a.C. y el ascenso de Roma como potencia hegemónica en el Mediterráneo, Na Guardis perdió su relevancia estratégica y comercial. A lo largo de los siglos, la isla quedó deshabitada y su memoria enterrada bajo la arena y las piedras. No fue hasta el siglo XX cuando las primeras investigaciones arqueológicas trajeron a la luz los restos de este fascinante enclave.
Un yacimiento en constante estudio
Desde mediados del siglo XX, Na Guardis ha sido objeto de varias campañas arqueológicas que han permitido reconstruir, en parte, su historia. Los trabajos, liderados por expertos locales e internacionales, han sacado a la luz no solo vestigios materiales, sino también una valiosa información sobre las dinámicas culturales y comerciales del Mediterráneo en la Antigüedad.
Actualmente, el yacimiento forma parte del patrimonio arqueológico protegido de Mallorca y es un recordatorio tangible de la conexión histórica de las Illes Balears con las civilizaciones que moldearon el mundo antiguo.
Un lugar para preservar y divulgar
Na Guardis no solo es un tesoro arqueológico, sino también un enclave protegido por su excepcional biodiversidad. La isla forma parte de la Red Natura 2000, una iniciativa europea que preserva hábitats de alto valor ecológico. Sus aguas y entorno albergan una rica variedad de flora y fauna marina, con praderas de posidonia oceánica, fundamentales para el ecosistema mediterráneo.
Cormorán moñudo ©Jerome Whittingham
Na Guardis, debido a su ubicación y características naturales, es un refugio importante para diversas especies de aves marinas. Entre las aves que anidan en esta pequeña isla destacan el cormorán moñudo (Phalacrocorax aristotelis), el charrán patinegro (Thalasseus sandvicensis) y la gaviota de Audouin (Ichthyaetus audouinii), una especie considerada vulnerable y emblemática del Mediterráneo. Además, es habitual encontrar aves migratorias que utilizan la isla como lugar de descanso durante sus rutas estacionales. Este entorno, libre de grandes depredadores y alteraciones humanas, resulta ideal para la nidificación y supervivencia de estas especies.
Este estatus de protección garantiza la conservación tanto de su patrimonio natural como histórico, promoviendo un equilibrio entre la investigación científica y el respeto por el medio ambiente.